La persona siente ansiedad no sólo en espacios cerrados, como generalmente se cree, sino ante cualquier situación que implique restricción de movimientos (no poder moverse "sentirse atrapado/a") o confinamiento (no poder salir).
Las situaciones temidas suelen ser habitaciones pequeñas, lugares cerrados, túneles, sótanos, ascensores, encontrarse entre una multitud, someterse a técnicas de diagnóstico (TAC o Resonancia Magnética Nuclear), etc.
El miedo no se debe a las características del espacio en sí, porque sea oscuro o pequeño, sino a pensamientos irracionales sobre las consecuencias catastróficas que la persona imagina que puede sufrir en dichos ambientes. El temor central es el miedo al ahogo o a asfixiarse ya que experimentan una sensación de falta de aire a causa de la respuesta de ansiedad. Se producen tres tipos de creencias irracionales relacionadas con la asfixia: se piensa que "no hay suficiente aire disponible", que "el acceso al aire está bloqueado" y que "se padece una disfunción psicofisiológica que impide la respiración normal". También es frecuente que aparezca sudoración, palpitaciones, temblores, opresión en el pecho, mareo e incluso miedo a sufrir un ataque de pánico.
Como consecuencia, la persona trata de evitar este tipo de situaciones limitando su vida cotidiana , aun cuando no existe ningún riesgo real.
Todas estas conductas que aprende a utilizar la persona para evitar y aliviar su ansiedad, no son más que una "trampa" que mantiene y agrava su problema, ya que no le permiten demostrarse que pueden controlarla, ni tampoco le permiten habituarse a las situaciones, sensaciones o pensamientos y, mucho menos, comprobar que lo que piensan no ocurre (al menos no de una forma tan tremendista) y así percibir de una manera más realista sus miedos.
La RV se utiliza como herramienta para aplicar la Terapia de Exposición, una de las técnicas más eficaces de la terapia Cognitivo-Conductual para el tratamiento de los trastornos relacionados con la ansiedad, ya que la evitación es un aspecto central en el mantenimiento de estos problemas. Todos los miedos que superamos las personas a lo largo de la vida, resulta de hacer exposición; la primera vez que nos ponemos ante un volante o nos subimos a un avión, nos sentimos tensos o nerviosos, pero a medida que repetimos esa experiencia, el miedo termina por desaparecer. Más técnicamente, la terapia de Exposición consiste en afrontar de forma gradual y sistemática las situaciones que las personas temen y así conseguir habituarse a la situación tras las exposiciones repetidas, disminuyendo las interpretaciones amenazantes al comprobar que lo que se teme no ocurre, aumentando la autoeficacia y las expectativas de mejora hasta conseguir eliminar la ansiedad o el malestar. Para facilitar el afrontamiento y, como parte del tratamiento, se combina la terapia de Exposición con el entrenamiento en otras estrategias psicológicas para que la persona aprenda a manejar y controlar las emociones y pensamientos negativos, p. ej., técnicas de respiración controlada, relajación muscular , entrenamiento en autoinstrucciones, reestructuración de pensamientos negativos o entrenamiento en habilidades sociales.
Resulta muy útil para trabajar las situaciones temidas en las que existe riesgo de sufrir ataques pánico, p. ej., en ascensores, lugares cerrados, al someterse a técnicas de diagnóstico TAC o Resonancia Magnética Nuclear, etc. En un entorno seguro y graduado se consigue disminuir el riesgo y no reforzar así el miedo ya existente.