Tener miedo a las alturas, en general, no se considera un trastorno emocional ya que se considera natural e incluso adaptativo en un entorno de riesgo, siendo aquí la respuesta evitativa claramente beneficiosa. Se considera una fobia cuando la persona experimenta ansiedad desproporcionada, mareo, náuseas, sudoración, palpitaciones, temblores, sequedad de boca y, en muchos casos, se puede experimentar ataques de pánico, acompañados de un impulso irresistible de escapar del lugar. La persona tiene un miedo intenso a caer o a resbalar por el borde incluso cuando no se corre un peligro inminente. Las situaciones que implican cierta altura se tienden a evitar sistemáticamente y el miedo puede extenderse incluso a subir unas escaleras o angustiarse ante la simple idea de tener que visitar un sitio en el que se verá expuesta a cierta altura.
Todas estas conductas que aprende a utilizar la persona para evitar y aliviar su ansiedad, no son más que una "trampa" que mantiene y agrava su problema, ya que no le permiten demostrarse que pueden controlarla, ni tampoco le permiten habituarse a las situaciones, sensaciones o pensamientos y, mucho menos, comprobar que lo que piensan no ocurre (al menos no de una forma tan tremendista) y así percibir de una manera más realista sus miedos.
La RV se utiliza como herramienta para aplicar la Terapia de Exposición, una de las técnicas más eficaces de la terapia Cognitivo-Conductual para el tratamiento de los trastornos relacionados con la ansiedad, ya que la evitación es un aspecto central en el mantenimiento de estos problemas. Todos los miedos que superamos las personas a lo largo de la vida, resulta de hacer exposición; la primera vez que nos ponemos ante un volante o nos subimos a un avión, nos sentimos tensos o nerviosos, pero a medida que repetimos esa experiencia, el miedo termina por desaparecer. Más técnicamente, la terapia de Exposición consiste en afrontar de forma gradual y sistemática las situaciones que las personas temen y así conseguir habituarse a la situación tras las exposiciones repetidas, disminuyendo las interpretaciones amenazantes al comprobar que lo que se teme no ocurre, aumentando la autoeficacia y las expectativas de mejora hasta conseguir eliminar la ansiedad o el malestar. Para facilitar el afrontamiento y, como parte del tratamiento, se combina la terapia de Exposición con el entrenamiento en otras estrategias psicológicas para que la persona aprenda a manejar y controlar las emociones y pensamientos negativos, p. ej., técnicas de respiración controlada, relajación muscular , entrenamiento en autoinstrucciones, reestructuración de pensamientos negativos o entrenamiento en habilidades sociales.
Es un eficaz complemento de la exposición real o una alternativa a ésta, especialmente cuando es difícil de realizar por ser demasiado compleja y costosa. Permite repetir y prolongar la misma tarea de exposición en situaciones de difícil acceso una y otra vez sin cambiar sus parámetro y se resuelven las dificultades de encontrar entornos óptimos.